Los milagros existen y en la Champions más. Que se lo pregunten al Real Madrid, que jugó 70 minutos contra diez ante el Atalanta gracias a la injusta expulsión de Freuler. Luego, ganó por un golazo de Mendy casi al final del partido. Un golazo imposible. Un milagro. Y con la derecha.
Era el día D. Y la hora H. Y a Zidane le faltaban algunos de los mejores soldados de su tropa, que también es mala leche. Sin Carvajal, ni Ramos, ni Hazard, ni Benzema afrontaba el Real Madrid la primera batalla de la guerra ante el Atalanta. Una batalla de Champions con partido de vuelta en Valdebebas.
Parecía que Zidane tenía las habas contadas para la alineación, pero se guardaba una sorpresita como en las grandes noches. Jugaba Isco. Exiliado al banquillo por deméritos propios, abandonado en el fondo de una plantilla de medio pelo, intrascendente en los minutos de la basura que había tenido hasta ahora, Zizou apostaba (otra vez) por uno de sus jugadores fetiche. Isco es para Zidane lo que Sabrina (la de la teta) fue para los adolescentes de los 80: una musa. Además, elegir entre Isco o Mariano casi es elegir susto o muerte. Zidane se pidió susto.
El resto estaban contados y cantados. Si habían viajado once jugadores de campo del primer equipo y Mariano era suplente, hagan sus cuentas. No hace falta ni tener los patitos en fila para saber que sobran diez, más Courtois de portero. Que eran los siguientes: Lucas Vázquez, Varane, Nacho, Mendy; Casemiro, Kroos, Modric; Vinicius, Isco y Asensio. Enfrente un Atalanta que juega todos los partidos como Nicholas Cage en Leaving Las Vegas. El premio, meterse en cuartos de la Champions, ronda que el Madrid no huele desde 2018, el año de su decimotercera Champions.
Intercambio de golpes
El partido nació con el vértigo propio de los partidos del Atalanta (para los panenkitas, la Atalanta). No rehuyó el intercambio de golpes el Real Madrid, tan acostumbrado a jugar a tumba abierta, no como otros. Avisó el equipo de Gasperini a los cinco minutos con un centro peligroso que se comieron ambos laterales del Madrid. No llegó a mayores.
Respondió el equipo de Zidane al toque. Mendy, siempre con más confianza que talento, era un centrocampista más. Isco estaba hiperactivo como un inspector de Hacienda en junio. Casemiro gobernaba el mediocampo con puño de hierro. Y rozó el gol antes del minuto 10 tras una falta de Kroos que le buscó en el segundo palo.
El Madrid estaba serio en el campo. Concentrado, solidario, bien plantado, sabedor de lo que se jugaba. Por eso sobrevivió al primer cuarto de hora en Bérgamo sin tener que ponerse ninguna tirita. Sí tuvo que ponérsela el Atalanta cuando Freuler derribó a Mendy en una incursión atolondrada en el área. La acción era de amarilla pero el colegiado desenfundó la roja sin dudarlo. Nadie en el VAR se atrevió a corregirle, así que el Atalanta se quedó con diez de una forma injustísima.
Por cierto, la falta la botó Isco peor que cualquier jugador del Alevín B. El tanto dio un respiro al Real Madrid y rebajó el ímpetu del Atalanta, que replegó para intentar recolocarse en el campo como una modelo que se recompone el flequillo. La mala noticia para Zidane fue que Casemiro vio una amarilla que le impedirá jugar la vuelta.
El Madrid, con uno más… y Vinicius
El Atalanta también perdió a Zapata por lesión antes de la media hora, así que Gasperini sufría su segundo revés del partido. Un par de disparos de Isco primero y de Modric después dieron noticia del acercamiento del Madrid al área bergamasca. Luego vino Vinicius a fallar su clásico gol después de un buen pase de Isco en el 38. Y un cabezazo de Asensio en el 39 que fue el primer tiro a puerta del Real Madrid en el partido. Y, justo antes de llegar al descanso, un cabezazo a bocajarro de Varane que sacó de churro Gollini.
Con esa jugada alcanzamos el descanso con tablas. Resistía el Atalanta y apretaba sin ahogar el Real Madrid. En la reanudación Zidane pasó a jugar con tres centrales (Varane-Casemiro-Nacho) para sumar a Lucas y Mendy al mediocampo y pasar a una suerte de 3-4-3. Modric pudo marcar en el 47 con un disparo dentro del área con el exterior que lamió el palo derecho de Gollini. Otra vez la falta de pegada condenaba al Madrid.
Una y otra vez atacaba el Real Madrid y una y otra vez fallaba. La que tuvo Vinicius en el 53 fue para contarla. Estaba solito en el área pequeña e intentó una vaselina ridícula que, como siempre, echó arriba. Zidane se tiró hasta de los pelos de los antebrazos porque esas ocasiones en la Champions se pagan muy caras.
Zidane debió pensar lo mismo que un servidor porque inmediatamente le sacó del campo para meter a Mariano antes de la hora de partido. El Madrid dominaba y dominaba y dominaba, pero era víctima de su falta de pegada. Y también de su falta de fuelle, que se iba notando según pasaban los minutos. Quizá por eso Zizou sacó del campo a Isco y Asensio y metió a dos del Castilla: Hugo Duro y Arribas.
Pasaron los minutos y en el 87 ocurrió lo imposible. Marcó Mendy. Lo hizo con la derecha. Fue un golazo que demuestra a mucha gente que es diestro. Fue un gol que puede valer media Champions; mejor dicho, media clasificación para los cuartos de la Champions. Fue un tanto espectacular que había merecido durante muchos minutos el Real Madrid y que lo marcó un héroe por accidente.
El gol sirvió al Real Madrid para irse de Bérgamo con un gran resultado y la eliminatoria encarrilada (que no ganada) para Valdebebas. Lo hizo gracias a una expulsión injusta y a un gol imposible de Mendy. Se demuestra, una vez más, que los milagros existen. Y en la Champions más.